domingo, 14 de febrero de 2010

He creado un blog nuevo: http://sonrisasatiempo.blogspot.com
He pensado en si alguien quiere seguir este blog conmigo que me lo diga y lo pongo como segundo autor y así podrá escribir cada vez que quiera.

martes, 5 de mayo de 2009

Lost in the sea, lost in my days

Es una sensación extraña. Es como… como que se acaban los días y sientes un profundo vacío que no puedes llenar porque te falta tiempo para vivir aquello que te da fuerza para seguir, ¿sabes? Caminar una tarde por la playa, descalza, sentir el agua empapar tu piel y el frío acariciar tus dedos. Sola. Morir y vivir a la vez. Gritando por dentro que te mueres por gritar. Por gritar al mundo y a toda esa porquería que se acumula en tu corazón y no puedes echar. Gritarle al mar. Gritarle al viento, dejar que entre por la boca. Arrancar tu voz a pedazos y tirarla al vacío del silencio. Es jodido, a veces, tener tanta voz si la mayoría del tiempo he de callar para poder vivir en paz. Aunque esa paz todavía no la haya encontrado. Desearía lanzarme al mar en este momento y olvidar todo. Olvidar mis miedos y otras historias... Desearía morir de paz. Puedo sentir el agua inundando mis movimientos y mi latir.

Podría morir en este momento...

miércoles, 29 de abril de 2009

A Nadia

Yo también siento que muero si no te escribo ahora mismo.
Entro en este blog, mi blog, que tenía ya olvidado por la época dura e interminable de exámenes y trabajos y me encuentro con veintiséis comentarios en la entrada anterior, entre ellos el tuyo, que me ha llamado demasiado la atención hasta el punto de que el corazón me retumbara dentro del pecho y se me erizase la piel. Demasiadas cosas en común, y demasiado bien expresadas. Ha sido como un cuadro con mil colores, todos perfectamente colocados en su sitio, perfilados. Ha sido ARTE, del que hace mucho tiempo que no encuentro; bien porque no he tenido tiempo o bien porque pocas cosas he leído como esas.
Abril todavía no ha acabado, así que aprovecho para escribir en este mes que, no sé por qué ni cómo, me identifica y me hace sentir especial, a pesar de todo.
¿Sabes? Yo también colecciono contradicciones, y muchísimas. Las dos tenemos muchísimas cosas en común y sabemos cómo decirlas de manera que hagan erizar la piel. Vivir en muchísimas ciudades diferentes. Descubrir la tonalidad de distintos cielos. Soñar despierta. Compartir una tarde de helado de choc choc chip en la Plaza Mayor con las amigas. Que el viento sople fuerte nuestro cabello y sintamos esa libertad que tenemos y pocas veces sabemos aprovechar. Buscar pupilas porque seguro que alguna nos salva. La sonrisa de un niño o un anciano. O aquella chica del gorro azul que pasa desapercibida mientras alza la vista disimulando que lee Beatriz y los cuerpos celestes, por sexta vez. Reír por dentro porque nosotras también hacemos lo mismo que ella. Saltar sobre la arena dejando por debajo el mar y tocando las nubes con la yema de los dedos. Estar A tres metros sobre el cielo. Llorar de felicidad. Dejar que la nostalgia se acune en nuestra sonrisa de vez en cuando. Que las lágrimas partan nuestra voz en dos. Que los gritos desenfurezcan el corazón. Correr, desbocar la rabia por nuestros pies hasta que el suelo se rompa tan fuertemente como se rompió nuestro corazón. Anhelos de independencia. De felicidad. De ilusión.
Barcelona. Madrid, aunque no vivo en ella me dejé parte de mí allí.
Ilusión. “O las cicatrices de ilusiones rotas esparcidas en la palma de mi mano”.
Malos tiempos para soñadores, pero vendrán mejores.
Clases. Viajes. Soledad. Ausencia. Rutina. Cine. Teatro. Música. Arte. Casualidades. Sueños. Laberintos. Salida. Virgo. Creer. Abril.
Cometamos errores, en nuestra vida depende de ellos aprender.


Palabras sin sentido.

Caótica.
Lunática.

A Nadia.

P.D.: Si vuelves, házmelo saber. Déjame alguna referencia tuya para poder compartir.

sábado, 31 de enero de 2009

A M O R

¿Sabes? En aquel momento no quise aceptarlo pero con el tiempo me he dado cuenta de que mi padre tenía razón. Sí, y tanto que la tenía. Ahora me arrepiento de todas las veces que le grité cuando él tan sólo intentaba ayudarme y yo no le dejaba. Tenía razón cuando me dijo que sólo debía aceptar que todavía estaba enamorada de ti para volver a vivir.

Sólo teníamos catorce años y éramos unos críos, decía la gente. Claro, pero dudo que concretamente la cría fuese yo. Fuiste muy importante para mí, demasiado, a pesar de la mentira en la que me encadenaste tanto tiempo. Porque sí, aún siendo una mentira y de no saberlo, yo era feliz. Y sabía realmente lo que era VIVIR. No como ahora, que sólo me limito a sobrevivir. Pero después de todo, ya es un gran paso.

Probablemente no sirve de nada que te escriba esto. Ni siquiera perderías el tiempo en leerlo. Tampoco sabrás nunca lo difícil que se me hace plasmar todo lo que me hiciste sentir sin que me tiemble el pulso y mis pensamientos se nublen. No encuentro las palabras – quizá porque no existen – para sacar toda esta mierda de mi corazón de una vez por todas.

Tiemblo. Te juro que tiemblo y el corazón me ruge cuando te recuerdo. Me duele que la herida que dejaste en mí no haya cicatrizado. Sé que ya no estoy enamorada de ti ni tampoco te quiero. Claro que no, sería demasiado masoquista si todavía fuese así. Pero te echo de menos. Bueno, eso creo.

En realidad, no te echo de menos a ti físicamente, sino a todo lo que me diste. No puedo echar de menos besos que nunca existieron, quizá porque no hicieron falta a pesar de que los deseara por entonces.

Pero sí que echo de menos el levantarme por las mañanas y leer un mensaje tuyo. Echo de menos ir a clase y llegar diez minutos tarde por haberme quedado esperando en la puerta del instituto para divisar tu silueta a lo lejos salir de casa y te acercases a mí con paso acelerado, que cuando estuvieses frente a mí me dijeras “Buenos días” con una de tus mejores sonrisas y después de darme un beso en la frente entrásemos a clase.

Echo de menos las clases de historia, donde me contabas tus problemas y yo los escuchaba deslumbrada por la paz que me transmitías, sin apartarme ni un segundo de tu mirada. Y que la profesora de ciencias naturales nos mirase con mala cara por no prestar atención a sus explicaciones y después tú me sonrieras cuando me asustaba con su gesto amenazador.



Echo de menos que cada tarde me pidieras bajar a tu portal a esperarte llegar del entrenamiento de futbol. Y yo, como una idiota enamorada, hacía caso a tus palabras. No falté a ninguna de nuestras citas.

También extraño esa sensación de que no me importase el mundo cada vez que unos brazos musculosos y unas espaldas fuertes y robustas me rodearan. Querer quedarme para siempre abrazada a ti. El sentimiento protector que transmitías con un abrazo. Las sonrisas, las miradas, los nervios a flor de piel, la piel de gallina, un simple roce con la yema de tus dedos, las caricias en la mejilla, nuestras manos unidas, besos en la frente y en la nariz, tu olor, canciones escritas y por escribir, canciones sin terminar, una chaqueta tuya, un CD de música, una muñequera, una camiseta, una llamada, una nota, una dedicatoria en la agenda, un dibujo con nuestros nombres, un bolígrafo, una pista de baloncesto, un paseo por el forum, una reconciliación en las escaleras, un corazón, dos corazones, un te quiero que no hacía falta decir pero que nunca sentimos de la misma manera. O quizá sí, pero cuando yo empecé a sentirlo de la manera que deseabas tú lo dejaste de sentir.

Y después, NADA. Te alejaste de mí. Me apartaste de ti, y de mí misma.

Todo lo que habíamos vivido se convirtió en retales de un sueño del que a mí me costaría despertar, mientras que para ti sólo fue una mentira que jamás ibas a desvelar.

Siempre fuimos amigos. No llegamos a ser más que eso, y a mí me bastaba mientras te tuviese cerca de mí. Así que el hecho de que me obligaras a hacerte desaparecer de mi vida me mató. Me dividiste en dos: alma y cuerpo.

Durante años creí estar muerta. Fueron los peores años de mi vida. No vivía, no sentía, no amaba, no pensaba, no quería respirar. No tenía miedo, ni frío, ni hambre, ni sentido, ni amor, ni felicidad, ni luz, ni color, ni fuerzas, ni ganas, ni nada. ¿Sabes lo qué es eso? No, seguramente no lo sabes todavía ni lo sabrás en tu maldita vida.

Más tarde, cuando recuperé las ganas de vivir, empecé a odiarte. Eso lo complicó todo aún más. Fue entonces cuando mi padre me pidió infinitas veces que aceptara la realidad: todavía seguía enamorada de ti. Y hasta que no lo aceptara, seguiría cayendo en las profundidades de mis malos sueños, mis noches y días vacíos. Seguiría sin vida.

Con el tiempo, terminé aceptándolo. Pero todavía no he aprendido a volver a vivir. Sobrevivo a base de amores que vienen y van, que me hacen latir fuerte el corazón, que me hacen sentir bien. Pero después eso se funde, se apaga.

Todavía no he superado completamente lo que sentí contigo y sin ti, tanto los buenos como los malos sentimientos, y aún me duele verte cruzar la calle, que no me saludes, que apartes la mirada de mis ojos.

Aunque... lo que más me duele de todo esto es que contigo sentí el amor de verdad. Ese amor por el que uno muere, incluso por el que uno mataría. Ese amor que se agarra fuerte al pecho y no te deja respirar. Que corta, sangra. Por el que vives tan sólo una vez... Y eso es lo jodido, que creo que jamás sentiré por nadie lo que llegué a sentir por ti. Me parece insuperable.

Así que, por favor, que no digan que hay edad para el amor verdadero, ni tampoco digan que con catorce años sólo se viven tonterías. Porque vivir no es ninguna tontería, ni mucho menos morir.

sábado, 17 de enero de 2009

Mi reflejo

Uuuh... Vaya, qué pasada de camisa. Qué bien te queda...
¡Shhht! ¡Shhhhhhhht! ¡Eh! ¿Dónde crees que vas? ¡Espera, joder! No huyas, te estoy hablando. No, no mires para otro lado. Es a ti a quien te hablo. Sí, a la que se acaba de mirar al espejo hace unos segundos y ahora anda buscando los zapatos de tacón como una loca. Como siempre, llegas tarde, ¿no? Pues me da igual, vas a tener que retrasarte unos minutos más.
¡Me da igual, he dicho! Esto es importante, así que deja de ignorarme mientras buscas con prisa las llaves. Por dios, ¿cuándo aprenderás a controlar tu estrés? No me extraña que estés tan delgada, ¡eres puro nervio!

Bueno, ahora dime... ¿cuántas veces al día te miras al espejo? ¿Cuatro? ¿Cinco, quizás? Qué va. ¡Una! ¡Tan sólo una vez! Y eso es por las mañanas, después de ducharte, vestirte y peinarte para ir a clase. Y los fines de semana, sólo si has quedado para salir. ¿Y todo por qué? Patético. Me parece patético. ¡Eres una cobarde! Tienes miedo de ver tu propio reflejo sólo porque ves un saco de huesos que está a punto de romperse. ¿No puedes ver más allá de eso? ¿O es que no quieres? Sí, estás muy flaca para tu estatura. Y ¿sabes qué? ¡Es
o te pasa por no preocuparte lo suficiente por ti! Te preocupas demasiado por los demás hasta el punto de dejar que los problemas afecten a tu vida. Y una vez te afectan, se te quitan las ganas de comer, de dormir, de luchar. ¿Y pretendes seguir delante de esa manera? Por dios, esto es tan absurdo...

Quieres engordar, pero no pones fuerza de voluntad para comer y apartar los problemas a un lado. Quieres mejorar en el día a día sin sentirte débil ni cansada, pero no pones fuerza de voluntad para intentar dormir por las noches. No haces más que refugiarte en palabras, en frases que te desgarran todavía más el corazón, en libros que te distraen de la realidad con tal de no sufrir más. Y cuando vuelves al mundo real, ¡zas! Vuelves a mirarte al espejo, temblorosa, y sientes miedo al ver tu aspecto. ¿Pero cómo quieres estar saludablemente bien comportándote de esa estúpida manera? Esto es una locura.

Sabes que no tienes un trastorno alimenticio, porque no te atiborras a comer para luego sentirte culpable y así provocarte el vómito. Eso te parece una gran estupidez. Tampoco te ves gorda, para nada. Al contrario, te ves esquelética, y eso te subestima todavía más. Pero esa es la razón por la que
debes mantenerte firme y luchar, por ti y por tu salud. Más que por tu salud, por tu VIDA. Joder, ¿sabes lo que es perder una vida?
La vida es una vez, te dices día a día. Pero ni siquiera eres capaz de aplicarte a ti misma el significado de esa frase.

E
ntonces, si todavía estás a tiempo de salvarte, ¿por qué no lo haces? Escúchame bien, Sandra. Si has llegado hasta aquí con todo lo que has vivido, sentido y sufrido –pérdidas de personas importantes en tu vida, secuelas en el Alma, demasiados momentos de miedo, dolor..., recuerdos de los que aprendiste a evitar que se convirtieran en una tortura para ti, madurez y responsabilidad, fuerza (aunque te lleve dolor y tiempo utilizarla)... –, vas a ser capaz de superar todo lo que te venga por delante. Con dieciocho años has vivido cosas que quizás otras personas con más edad no han vivido, ¿pero y qué? Eso es lo que te fortalece, aunque te niegues a creerlo. Eso es lo que te ha dado fuerzas para seguir aguantando día a día, y más. Así que no me vengas con que estás cansada de todo, con que no puedes más, porque estoy harta de escucharte siempre decir las mismas tonterías. Te lo puedo decir más alto pero no más claro, ¿entiendes? ¡SÍ QUE PUEDES!

Hoy te sientes guapa. Hoy no vas a dejar que ninguna lágrima corra tu rimel ni la línea de tus ojos marrones que, a pesar de esa triste mirada, ahora tienen un brillo especial.
Siempre has odiado maquillarte, prefieres lo natural. Como mucho, dibujar de color negro la raya de tus ojos.
Te encanta tu tez pálida, el contraste que hace con el color de tus ojos y de tu pelo. Es una de las pocas cosas que te agradan de ti. Pues saca partido a eso. Empieza por ahí. Deja que tu blanca piel resalte con otros
colores de ropa, tal y como has hecho hoy, y no siempre con el vacío color negro. Hazte algo en el pelo, no sé. Algo que te guste. No lo des por imposible. Por mucho que se te resista, tu cabello no va a ser más fuerte que . No sé, alísalo, rízalo todavía más, prueba distintos peinados. Pero no lo dejes como siempre, lacio y sin vida. Y no estoy diciendo que tu cabello sea feo, para nada. Simplemente que no te desperdicies, que no te ignores, no pases de ti, ni de la belleza que hay en ti. No te abandones, joder. Cuídate a ti misma. De la misma manera que te gusta estar limpia y oler bien, cuida también de tu cuerpo, de tu aspecto y de tu salud.

Y ahora, sal a la calle y piensa en todo lo que he dicho. No podrás deshacerte de ello, y lo sabes. Lo has sabido siempre, porque eres tú quien está pensando esto, pero ya es hora de que lo aceptes. Y lo apliques, por supuesto.

Ahora, por fin, siéntete una mujer. Sé tu misma. CREE EN TI.

P.D: He de constatar que la idea de este texto no es mía, sino de una buena amiga (aquí puede leerse su texto: http://www.fotolog.com/luz_y_silencio/65265537 ). Ella me inspiró para escribir esto. Nunca fui capaz de mirarme al espejo y decir cosas buenas y sinceras sobre mí, pero por fin lo he conseguido. Gracias a ella.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Quiero estar contigo

Desde que tengo uso de razón, he deseado recorrerme el cuerpo y las siluetas de este mundo sin que nadie recorriera lo suficiente mi corazón como para quedarse en él para siempre, o al menos un largo período de mi vida. En serio, yo nunca he tenido esa patética (al menos para mí) idea tradicional de estudiar, tener una carrera, trabajar, pagar una hipoteca, casarme, dormir entre las monótonas sábanas de cama matrimonial, tener hijos, trabajar, trabajar, trabajar para mi pareja, trabajar para mis hijos, trabajar y trabajar. Si hay algo que está claro de todo eso es que deseo tener una carrera universitaria. Pero a partir de ahí, pido a gritos que mi vida cambie. Quiero salir de esta ciudad y echarla de menos. Quiero aprender a formarme como persona fuera de este infierno en el que nací. Quiero independizarme, yo sola. Anhelo el olor de ciudades en las que nunca he estado y en las que sueño noche y día poder estar. Quiero vivir en, al menos, diez ciudades distintas y dibujar sus recuerdos en la cabecera de mi cama. Quiero escribir las calles mojadas y las montañas iluminadas, quiero fotografiar cada playa, cada Sol, cada suspiro, cada murmuro, cada historia, cada mañana. Y sé que siempre querré eso, lo sé. En realidad lo supe siempre.
Pero ahora se ha incumplido una parte de mi plan, ¿sabes? No me di cuenta de que entraste para quedarte. Ni siquiera me di cuenta de la puerta que dejé medio abierta. Y entraste. Y te quedaste. Y rompiste mis esquemas.
Hay a quien le gusta, bueno, no le gusta, le encanta. Hay a quien le encanta que alguien le rompa los esquemas; en realidad, pasa media vida esperando a que alguien le rompa los esquemas. Y también hay quien odia que alguien se los rompa, pero termina cayendo.
Yo no sé si me encanta, si lo odio, si he terminado cayendo, si aún no he caído. Sólo sé que ahora, además de todas esas cosas que siempre he querido,
QUIERO ESTAR CONTIGO.

viernes, 19 de diciembre de 2008


He dejado de creer en los demás para empezar a CREER en mí.

domingo, 16 de noviembre de 2008


A veces me imagino que sucede, que pasas por mi lado mientras me fumo el décimo cigarro en poco más de una hora, y me miras. Entonces haces gesto de no saber bien qué decir y prefieres callarte. Me sonríes, porque sabes que es mejor una sonrisa a tiempo que un "lo siento" tardío.A veces me imagino que podría suceder, sí. Pero lo cierto es que no ha sucedido ni sucederá, así que puedo quedarme aquí, en mitad de la calle, sentada en el portal fumándome otro cigarro más y encontrándome entre el humo. Tampoco estoy tan perdida, y no permito volver a caerme por tus palabras.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Corazones


Me gusta ir por las calles subterráneas del metro de Barcelona y sentir el viento de frente cuando se acerca algún tren, o cuando voy en autobús en pleno otoño y el cristal está lleno de corazones de agua, dibujados y estampados en la ventana. Odio no poder cogerlos con los dedos y guardarlos en el bolsillo, son tan débiles que se deshacen... Me encantaría tener un bolsillo lleno de corazones. Corazones de agua, de gotas de lluvia. Corazones rotos, corazones enamorados, corazones sucios, corazones ordenados, corazones pisados, corazones arrugados... Corazones. A quién no le gustan los corazones...

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Las estrellas

- ¡Wow! ¡Mira qué guay aquella estrella fugaz! – dice señalando con el dedo – Pero sólo se mueve una. ¿Por qué las demás no se mueven?
- ¿Te cuento un secreto? – Vega le susurra al oído.
- ¡Vale!
- ¿Sabías que las estrellas se mueven a una velocidad tan rápida que a la enorme distancia de La Tierra parece que permanezcan fijas? Sólo percibimos sus cambios de posición a través de los siglos. Así que nunca podremos ver su movimiento porque, para cuando eso suceda, ya no estaremos aquí.
- Vaya... qué rabia. Yo quiero ver cómo se mueven, ¡no es justo!
- Tú volarás hacia el Universo, ya lo verás. Entonces sabrás cómo cambian de lugar las estrellas.
- ¿Yo seré una estrella cuando muera? – dice sorprendido.
- ¡Pues claro! Ya lo eres, desde que apareciste en este mundo.

sábado, 25 de octubre de 2008

Cualquier día...

Incluso en los días más vacíos siempre hay algo especial, algo que te hace sentir bien, o al menos, viva. Y puede ser un día cualquiera, rebosado de rutina, o repleto de lágrimas. Quizás, en lugar de quedarte en la cama deberías subir las escaleras y abrir esa puerta, dando paso a los rayos de luz haciendo daño a tus ojos y, cuando éstos se hayan reincorporado, mira hacia arriba, observa el cielo azul. Si, ese azul que hace latir tu corazón y posar tu mano sobre el pecho para comprobar que todavía sigues viva, que no has muerto del todo. Y el color rosa de las nubes te recuerda a los años de tu infancia, cuando mamá te compraba aquellos vestiditos rosas que te hacían mirarte unas ochos veces al espejo sintiéndote toda una princesa. Mientras el color naranja del horizonte se infiltra en tus más profundos pensamientos, dejando que los problemas desaparezcan de tu mente en ese momento tan especial e inolvidable a la vez. Puedes ver el mar de lejos y, aunque no estás ahí, cierras los ojos y sientes las oleadas y la paz que te brindan, dejando que te acaricie el sonido del mar chocando contra las rocas. Entonces, juegas con la arena y... abriendo los ojos te das cuenta que es tu corazón lo que tienes entre tus manos.

¿Lo ves? Cualquier día tiene algo especial, te lo prometo.

Y dime, ¿cuántos aviones has visto pasar?

viernes, 24 de octubre de 2008

Distancia


La distancia NO es motivo, y lo sabes.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La carta y la noticia

- Dolor, mucho dolor y lágrimas. Me explicaba que quería odiar a su padre pero era incapaz, quizá por el simple hecho de ser la persona que le crió o quizá por el hecho de ser su “padre”. No lo sé. Me explicaba que intentó llamarme varias veces pero él lo había impedido. Decía que una tarde llegó cansada del trabajo, entró en su habitación y leyó mi carta. Su padre, que había visto anteriormente el remitente, entró en su cuarto y le dijo “¿Sabes por qué no vas a estar con ella nunca más? Porque tú eres mía. Tu cuerpo es mío y de nadie más” – reconozco que aún con el abrigo, sentí más frío del que ya tenía, a pesar del calor que hacía allí dentro. Era escalofriante estar explicando la muerte moral de la persona que más había amado en mi vida. A Sonia le caían las lágrimas sin cesar, estaba quieta, parecía de piedra. Tan sólo pestañeaba – ¿Estás bien? Mejor no sigo...
- No, no, no... No te calles. Continúa, por favor – se volvió a secar las lágrimas.
- Pues ella salió llorando de la habitación, intentando defenderse, cuando su padre la cogió del brazo y antes de que pudiera abrir la boca y escupir todo el dolor y la rabia, su padre la agarró del cuello, la estampó contra la pared, impidiéndole la respiración mientras le decía “Duele, ¿verdad? Pues así he estado yo durante dos años, ahogado en mi puto dolor mientras tú follabas con esa zorra. Ahora vas a sentir todo lo que yo he sentido” – esta vez era yo quien no podía mover ni un solo ápice de mi cuerpo. Mi rostro parecía caerse a pedazos a causa de todas las lágrimas que llegué a derramar aquella noche.
- Pero cómo pudo... – no podía expresar más de tres vocablos. A penas tenía fuerzas para hablar – No entiendo cómo puede existir ser tan cruel como su padre, si es que se le puede llamar así. Aunque creo que eso no es ni persona. Y pensar que hay todavía gente peor que él...
- Después la violó – continué – Eso es lo último que me escribió. En cuanto leí la carta, lo primero que hice fue llamar a su tía Alba para preguntarle dónde trabajaba su sobrina e ir a verla, comprar dos billetes de avión, hacer las maletas y llevármela lejos de su padre, lejos de toda aquella mierda. Pero mi plan no funcionó. Alba me explicó que Lucía ya no vivía con su padre, que la carta quiso enviármela hacía dos meses pero su padre lo evitó, así que me llegó tarde. Hace una semana recibí un paquete de Londres. Era de Lucía. Me enviaba un CD con...
- Ve a buscarla, hazlo. No es una orden. Es AMOR – me interrumpió. Volvió a agarrarme fuerte la mano - ¿Lo harás? – me suplicó.
- Me enviaba un CD con canciones que solíamos escuchar las dos – continué, rabiando de dolor e ignorando a Sonia – y dentro de la carátula había una nota, decía “Perdóname, por favor. No te olvidaré jamás. Quedamos mañana en el café Zurich de Plaza Cataluña a las seis”.
- ¿Fuiste a la cita?
- ¿A caso lo dudabas? ¡Pues claro! – grité.
- Vale, perdona, perdona... No te alteres.
- Lo siento... – rectifiqué. A pesar de todo ella no tenía la culpa de nada – Me presenté y apareció. Pude besarla, abrazarla, amarla como jamás la había amado, pero eso duró a penas quince minutos. La sorpresa fue cuando apareció su padre. La cogió del brazo e intentó llevársela a la fuerza. Lucía se resistió, a lo que él respondió con un puñetazo en la cara. Yo intervine y lo agarré del cuello para que así soltara los brazos de ella, pero el golpe esta vez fue para mí. Mira – le enseñé mi brazo izquierdo.
- Está lleno de moratones – se sorprendió.
- Si... Después me empujó y caí al suelo, por lo que perdí el conocimiento y a penas recuerdo qué pasó después. Deduzco que continuarían discutiendo y se la llevó, o directamente ni discutieron y no dejó ni rastro de ella. Me quitó los besos, las caricias, el amor, la vida... Me lo arrebató todo.
- Bueno, pero seguro que vuelves a verla o te llama – intentó consolarme.
- Lo dudo.
- ¿Por qué?
- Porque ya no puede llamarme – cogí el bolso, que estaba encima de la barra y de él saqué “El Periódico” – Lee la primera página, en portada.
- “Violencia de género: Joven de veintidós años violada, agredida y asesinada por su padre a causa de la homofobia hacia su hija, el machismo y la excesiva posesisión de éste”.

martes, 21 de octubre de 2008

Entre dos aguas

- Desapareció – no quería que Sonia me viera llorar, así que evité mirarla a los ojos mientras hablábamos.
- ¿Cómo que desapareció?
- Se fue – suspiré casi sin fuerza, con un nudo en la garganta que parecía ahogarme cada vez más - Se fue lejos.
- ¿Tan lejos? ¿A cuánta distancia?
- A una distancia que va matando día tras día el corazón.
- ¿Pero por qué se fue? Algo debió pasar.
- Vivían juntas, estaban enamoradas, muchísimo. Me atrevería decir que demasiado – alcé la mirada, con los ojos inundados de recuerdos – Y un día Lucía recibió una llamada de su padre, estaba enfermo. Era grave, le dijo. Se había quedado paralítico.
- ¿Y qué pasó? – Sonia se sorprendía e interesaba cada vez más por aquella conversación y por aquella historia de la que llevábamos ya más de veinte minutos hablando. Parecía estar viendo una película de esas que le encantaban pero que a la vez sufría y nunca podía evitar comerse las uñas.
- Que una mañana aparecieron de la nada las maletas listas en el recibidor, al lado de la puerta. Su armario estaba vacío. Decidió irse a vivir de nuevo con su padre, para cuidarle y estar con él en todo momento. Pidió tiempo, para pensar y reflexionar, pero más tarde dejó de preocuparse por el amor que le había mantenido viva durante dos años – mis manos temblaban y el corazón latía cada vez más rápido, comenzaba a quedarme sin respiración.
- ¿Y tu amiga no hizo nada? ¿No luchó por ella? – Sonia me dijo con sus ojos que confiara en ella, que me calmara. Me agarró fuerte la mano. Sabía que mi amiga no existía, que la protagonista de aquella historia era yo.
- ¿Y qué querías que hiciera? – no pude contenerme, las lágrimas caían sin cesar. Le solté la mano y mi rabia desbocó todos los recuerdos encima de la barra, mis manos los aplastaban. Golpeaba con fuerza. El vaso de cubata se precipitó y cayó al suelo. No me importó en absoluto – Me dejó sola, ¿entiendes? ¡Sola! Con dieciocho años me fui de casa con ella, no me importó dejar a mis padres, lo di todo por ella, y ella también por mí. Nuestros padres no entendían nada, pero a los dos años ella acabó dejándome por su padre.
- Tranquilízate, por favor – Sonia me abrazó. Me acarició la cabeza y besó mi frente. Quizá no solucionó mi dolor, pero necesitaba aquel abrazo de una amiga, de mi amiga – Escúchame, estoy segura de que te quería con locura. Pero ella se fue porque su padre estaba enfermo.
- Eso no es del todo verdad. Su padre mintió para que no estuviéramos juntas. Nunca aceptó el amor entre dos chicas. Culpó a Lucía de la muerte de su madre, por haberse ido a vivir conmigo.
- Quizá no quería perder a su hija... La necesitaba después de la muerte de su mujer.
- ¿Sabes? Lucía no era el objeto de nadie, con dieciocho años ya no era la niña que su padre siempre deseaba tener atada a su silla.
- ¿Y qué hizo Lucía cuando su padre la culpó por la muerte de su madre?
- Nada, no podía hacer nada. Quizá abrió los ojos, no lo sé. Sólo sé que la llamé infinitas veces, su buzón de voz estaba plagado de mis mensajes. En el buzón de casa de sus padres ya no cabían más cartas. Sólo me contestó una.
- ¿Y qué te decía?
- La carta tenía cuatro páginas. En una de las dos cara de la primera página escribió muchísimas veces “Te echo de menos”, sin dejar ni un hueco en blanco. En la otra cara de esa misma página hizo lo mismo, pero cambiando la frase anterior por una nueva: “Lo siento”. La segunda página era un dibujo que me prometió dedicar cuando vivíamos juntas. Había dibujado la luna, nosotras dos sentadas encima de ella y La Tierra divisándose de fondo. Y un montón de estrellas. Infinitas estrellas.
- Qué emotivo... – Sonia no pudo evitar derramar una lágrima. Se le erizó la piel – Bueno... – se secó la lágrima con la manga de su jersey - ¿Y qué había en las otras dos páginas?

lunes, 20 de octubre de 2008

En la barra de aquel bar...

- ¿Y dices que a tu amiga le gustan las mujeres? – preguntó confusa.
- No, he dicho que estuvo con una mujer – dije con tono un poco brusco – Me voy a casa, estoy cansada - Mi cuerpo sentía que no rendía más. Necesitaba descansar mi corazón después de tantas horas en aquella barra.
- ¿Pero le gustan las mujeres? ¿Es lesbiana? – Sonia pareció ignorarme. Estaba intrigada. Quizá nunca había hablado de aquello con nadie.
- ¿Por qué tendría que serlo?
- Porque estuvo con una mujer.
- ¿Y qué? Quizá ella nunca se ha planteado ser una cosa o dejar de serla. Ella sentía que tocaba el cielo con la yema de los dedos cuando Lucía le cogía fuerte la mano y le susurraba al oído “no tengas miedo”, o cuando corrían juntas por la Plaza Mayor bajo el cielo de Madrid, o cuando le llenaba la cama de abrazos y caricias las noches de invierno, o cuando le despertaba con el beso de buenos días, o cuando...
- Estaba enamorada de Lucía – afirmó.
- Si, estaba enamorada, demasiado, hasta tal punto de dar su vida por ella. Hasta tal punto de olvidarse de quién era, del trabajo, de sus padres... Hasta tal punto de olvidarse de si era lesbiana, bisexual o heterosexual. No le importaba eso. A ella le gustan los hombres y estuvo con una mujer. ¿Es por eso lesbiana?
- No lo entiendo... – Sonia parecía inquietarse cada vez más.
- ¿Cómo te diste cuenta de que estabas enamorada de Javier? – mis ojos pidieron otra copa al camarero.
- Pues... cuando me tocaba sentía algo que nunca en la vida me había sucedido con nadie más.
- ¿Y pensaste en ese momento, al día siguiente o tres meses después “soy heterosexual porque me gusta Javier”?
- No.
- Pues ella tampoco lo hizo. ¿Y sabes por qué? Porque el amor se siente, no se clasifica. Tú dices ser heterosexual pero imagina que, de repente, empiezas a sentir algo especial por alguna amiga tuya o por aquella chica del vestido azul que no deja de mirarte con esos ojos llenos de magia. ¿Dirías por eso que eres lesbiana?
- Para nada. Simplemente tendría en cuenta lo que siento y no pensaría en lo que soy o no soy – contestó segura de sí misma.
- ¡Genial! Pues a eso me refiero. ¿Lo entiendes ahora?
- Sí. Pero... ¿cómo sabes tú todo eso que sentía tu amiga? – su rostro expresaba extrañeza.
- Pues... Pues porque ella me lo ha contado.
- Ah... – pareció no quedarse satisfecha con mi respuesta.
- ¿Estás contenta ya? Bien, pues vayámonos – me bebí la última copa de golpe y me puse el abrigo. Mi garganta ardía, pero nada comparado con el primer cubata de la noche.
- ¿Y qué pasó con Lucía? – volvió a ignorarme igual que había hecho hacía cinco minutos. Me quedé paralizada. Parecía que toda la gente de aquel bar, los coches de fuera, la lluvia que caía y mi reloj se hubiesen detenido. Mis ojos se inundaron de lágrimas y el corazón me temblaba, tiritaba de frío.

domingo, 19 de octubre de 2008

Voz en off

No creas que es fácil estar así, a diez metros de distancia, verte cruzar el semáforo, la calle mojada y el agua empapando mi cara, el pelo pegado a mi rostro, y entre él puedo ver tu cuerpo cada vez más cerca, caminando hacia delante, un instante en cruzarnos y tu mirada se esconde de la mía bajo el gorro de tu abrigo negro. No es fácil verte pasar por mi lado, paralelamente, y no quieras acordarte de mí, de mis ojos, de mis manos que ahora se esconden congeladas dentro de los bolsillos de este fino jersey. Hace frío, mucho frío. Y el agua empieza a filtrarse por los poros de mi piel, lentamente alcanzando mi corazón, y lo ahoga. Me ahogas el corazón. Estoy aquí, desde el preciso instante, desde el preciso segundo en que nuestras miradas se han cruzado y tú has huido de mí. Estoy aquí, quieta, parada, vacía, congelada. Y la gente no deja de cruzar esta calle, este semáforo. Vienen y van, sin importarles nada. Quiero rebobinar, por favor, y todo se detenga en el instante de nuestras miradas. Que se pare el mundo.

sábado, 18 de octubre de 2008

Dijiste...

"Me encanta cuando te acercas y siento tu respiración en mi cara. Y me encantaría poder sentirla todas las noches de mi vida, dormir contigo, taparnos con la manta las noches de invierno y abrazarte, darte calor"

viernes, 17 de octubre de 2008

Altea

Altea continuaba explicando ejercicios que hacían comprenderme un poquito más a mí misma. Y a todos, supongo.
Ella era mi psicóloga, la encargada de ayudar a los pacientes a través de su dramaterapia. Lo que más me gustaba de ella era su fuerza, su capacidad de actuar tan segura de sí misma ante cualquier persona. La envidiaba, quería ser como ella. Quizá no como ella, pero sí poseer su seguridad y su carisma.
Recuerdo el primer día que la conocí. Lo primero que hizo fue mirarme a los ojos, profundament
e, hasta que me preguntó “¿Por qué agachas la mirada? ¿A caso tienes miedo? No me conoces. No puedes tenerme miedo”. Empezaba con fuerza sin ni siquiera haberme preguntado el nombre, sin conocerme, tan sólo conociendo mi mirada. Aunque seguramente, para ella, conocer la mirada de alguien es conocer su Alma. En aquel momento olvidé saludarla y las dos rompimos los índices de la educación. Después de haber comprendido mis silencios me pidió que, por favor, la llamara Altea y me olvidara de preguntarle su verdadero nombre.
Siempre me ha resultado una mujer misteriosa, tanto como atractiva. Es una gran combinación para los hombres (y para las mujeres).
Yo unía cada interpretación que hacíamos, la de mis compañeros, las mías y las de Altea. Unía cada frase que les marcaba en la vida, que les marcaba en la mirada. Unía cada segundo de interpretación e intentaba recomponer algo, no sé bien el qué, pero algo que me hacía entender un poco más la vida, un poco más los días y las noches. La verdad es que mis noches siempre habían sido frías. Frías porque, a mis veinticinco años, aún no me había sentado en un tejado a contemplar la luna. Recuerdo que Iván una vez escribió en un avión de papel una frase que todavía llevo grabada en mi piel cada día que me levanto. “Hoy soñaré que contemplamos el mundo desde la luna” decía en el avioncito. Esa frase era demasiado especial como para olvidarla. Como para olvidarme yo de ella, y de él.

(fragmento de la novela que estoy escribiendo)

jueves, 16 de octubre de 2008

La vida es...

“La vida es una vez” me dije. Así que voy a vivirla ahora, y no mañana.

Y ya no sé ni cuánto tiempo hace que escribo un par de líneas, de esas que tanta falta me hacen, de esas que necesito exprimir pero que últimamente la rutina se ha apoderado de todas mis fuerzas y mis ganas. Y me acuesto cada noche pensando en todo el tiempo que añoro y no dispongo, todas esas horas que podrían sumarse a las veinticuatro y es prácticamente imposible, utópico. Y me tapo los ojos, fuerte, muy fuerte, para imaginarte, para verte rozando mi mano con la tuya, rozando tus dedos con mi boca y besarte la nariz enrojecida por el frío.
A veces, suena casi aburrido hablar de amor, pero es que te echo tanto de menos... a cada segundo, cada minuto, cada... cada instante. Odio ser una persona dependiente, lo odio, pero hay cosas que en la vida de cada uno resultan inevitables, y para mí esta es una de ellas.

lunes, 25 de agosto de 2008

Deslizando una melodía...

Quedaba sólo una hora para el último ensayo. El local estaba vacío. Cuando llegó tiró las llaves sobre el pequeño sofá que había justo a su izquierda. Abrió la ventana de par en par y comenzó a preparar lo preciso para poder tocar esa tarde. Sandra estaba sola. El batería, el cantante y el bajista del grupo todavía no habían llegado.
Una vez preparado todo, se subió a la pequeña tarima. Cogió la guitarra y justo cuando parecía que comenzaría a tocarla, se paró. Indecisión, no sabía qué canción haría sonar hoy. Por fin eligió. Agachó la cabeza y comenzó a tocar, no dejaba de mirar el movimiento de sus dedos al compás de la canción. Cerró los ojos, sintió la música recorrer su cuerpo. Los pelos de punta. Fuerza, sentía la fuerza desbocarse por sus dedos y rebotar contra las paredes del local. Y comenzó a susurrar, a cantar...
Where are you? and I'm so sorry
I cannot sleep, I cannot dream tonight
I need somebody and always
This sick strange darkness
Comes creeping on so haunting every time


Continuaba cantando, ascendiendo cada vez más. En cuestión de segundos su voz ya estaba gritando desesperadamente, retumbando.
Sus ojos permanecían cerrados, no los había abierto aún. Y recordaba cada momento junto a él, cada mentira, cada decepción.
Grita, grita, grita...
El rencor le estaba arrancando el corazón.
Abrió los ojos. Dejó de tocar. En un impulso tiró la guitarra contra el suelo, dio una patada al amplificador y se sentó en la tarima. Mil lágrimas otra vez, no podía fingir más.


"Hoy voy a cantar cada desilusión, celebrar cada mentira, bailar cada decepción y tararear todas las heridas."