viernes, 8 de agosto de 2008

Cartas a la luna

Todavía recuerdo el olor a naranja de tus dedos y el sonido de tus lágrimas al rozarte el corazón. ¿Sabes? Por las noches aún aparecen en mis sueños tus pies caminando en la azotea al compás de la marea.

No sé, quizá no deba marcharme, pero lo necesito. Sé que ya te he pisado demasiadas veces el corazón y no he sabido evitarlo. No quiero seguir haciéndolo, no quiero que llores más por mí. No, no lo hagas. Yo no lo haré por ti.

Hacía ya meses que pensaba en los besos que te daba por pura inercia, en la rutina de no saber hacer mi vida sin ti. Tú decías querer tener una vida normal. Vaya, todavía sigo sin saber lo que es una vida normal. Una de esas vidas que la gente cree tener pero lo que en realidad no saben es que simplemente es parecida a la de la mayoría de personas. Trabajo, trabajo, trabajo, más trabajo, llegar a casa por las noches y tirarse a la mujer que hace cuatro años creías que era la chica de tus sueños y ahora es simplemente con la que compartes piso y te das unos cuantos placeres. Después, gracias a una de esas noches de placer se queda embarazada y tenéis hijos. Vamos, una familia "normal". Monotonía total.

Yo no quería eso, y supongo que me estaba convirtiendo en el hombre con el que desahogabas tus problemas mediante las noches de placer y tú la mujer que para mí ya había dejado de estar en mis sueños como un amor de esos que te encogen el corazón. Incluso nunca sentí mariposas en el estómago pero supe que estaba enamorado de ti. El problema es que nunca supe mantener ese amor, y comenzaron a aparecer gusanos en mi estómago. Tuve la esperanza de que podrían convertirse en mariposas y así motivarme a estar más por ti y dejar la mierda de rutina que me hacía vomitar día a día. Jamás lo conseguí...

Algún día lejano, quizá, volvamos a encontrarnos en la luna, bailando juntos al rededor de la hoguera.

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